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30 años más tarde, este road trip de Disney que marcó a toda una generación ya tiene la importancia que mere ce

Durante el llamado Renacimiento de Disney, la compañía del ratón nos hizo creer que mundos de fantasía podían ser reales. La animación era el lugar de los sueños y la grandes historias, pero en 1995 se atrevieron a contarnos una historia padre-hijo que tenía los pies en la tierra. En su estreno la película fue una decepción en taquilla. Con el tiempo, quedó claro que su éxito fue cultural, y la película ha calado de otras maneras.

‘Goofy e hijo’ cumple hoy 30 años, y pondrá probablemente en perspectiva a toda una generación que crecieron identificándose con Max y ya van más de camino a identificarse con Goofy. Dirigida por Kevin Lima, la película ponía un inesperado foco en un viaje de carretera por Estados Unidos. Uno con canciones, personajes pintorescos, romance adolescente y una relación central paterno-filial que le daba sentido a todo. Verla hoy es todo un viaje nostálgico noventero, pero sorprende lo bien que sigue funcionando fuera de su tiempo.

La película era un proyecto menor para Disney. Su historia no venía de la mitología ni de cuentos populares, sino que era una suerte de spin-off de la serie de dibijos de ‘La Tropa Goofy’. Inicialmente surgió como una propuesta muy personal para el guionista Jymn Magon, quien sentía que no era capaz de conectar con su hija adolescente.

Temiendo que fuese una premisa muy de nicho, no fue desarrollada por el estudio principal sino por un estudio secundario llamado Disneytoon Studios, y estuvo inicialmente planteada como directa a vídeo. Cuando se estrenó lo hizo con críticas mixtas y una taquilla bastante tibia. En todo su recorrido hizo unos 34 millones, mientras que ‘Pocahontas’ recaudó eso solo en su estreno.

No es de extrañar que no funcionara en taquilla. De primeras era fácil desprestigiar una película que no parecía tener las mismas cualidades que las grandes del estudio. Estaba protagonizada por un personaje secundario que se percibía como poco más que un alivio cómico. Prescindía de mundos mágicos o de grandes narrativas atemporales, y tenía más en común con las historias coming of age rebeldes de los ochenta. Con sus filias por el rock and roll, dramas de instituto y conflictos generacionales.

La clave fue su capacidad precisamente de conectar con dos generaciones diferentes. En aquel momento era fácil querer ser Max. Ilusionado con la chica que le gusta y con ganas de impresionarla, hasta el punto de contar trolas como que el mundano viaje familiar tiene en realidad el objetivo de ir al concierto más guay del mundo. Era también fácil sentirse como Goofy. El tontorrón de la pandilla de Mickey demostraba tener un lado vulnerable y un papel difícil: el de conectar con un hijo con el que siente que tiene muy poco en común.